Vamos a hablar
de lo profundo
del eco
del precipicio
del borde
de la piel.
Profundicemos, pues. Quien se encuentra por primera vez con los xx poemas para ser leídos en el tren urbano, piensa en incesto, pederastia, inmoralidad, pecado. Quien los lee por segunda vez, piensa… lo mismo. Sucede que, aunque este poemario no solicita un cambio de pupilas, sí exige un cambio en la mirada. Es nuestra adultez la que se escandaliza; ese ser conscientes de que otro adulto violenta el imaginario de la infancia con su mano de poeta. Quizás, una reacción conservadora se deba a los tantos recuerdos que la escritura de Juanmanuel González despierta simultáneamente. Muchas veces, la adultez feliz ha pagado el precio de abandonar la infancia en un sarcófago o, en el peor de los casos, la basura. Sin embargo, nuestro escritor ha optado por buscar la niñez y rebuscar en ella el acervo de metáforas que nutre su actividad creativa.
Para apreciar esto con mayor claridad, tracemos este libro como eco de los anteriores: esos motivos que lo unen a las propuestas de González… sus reminiscencias. En “Casi una dedicatoria”, de Sobre todo tus silencios, el autor traza una genealogía. Inicia el desfile de familiares y amigos, con la figura del padre, lo cual convierte en hijo al poeta, pero culmina haciendo mención al poemario, hijo –a su vez- del autor. Continúa el libro con “abrapalabra”, alusión a la palabra como sésamo que amerita ser abierto: el lápiz deviene en varita mágica ante cuyo influjo se vuelcan los semas o significados que se alojan en las letras desde tiempos inmemoriales.
Por ello, González Ríos accede al aprendizaje primero (vocabulario, asociaciones, ritos iniciáticos) para discurrir sobre la pulsión, el deseo y la voluptuosidad. La pieza “mayoría de edad” proporciona una clave esencial para afrontar esos xx poemas… Cuando la voz enuncia:
…ya estoy bastante grandecito
para desearte como a un dulce
y llorarte como un niño[,]
queda clara su noción de dónde está plantada. Aquí, no se conversa sobre el capricho, el antojo; menos, desde la nostalgia. Comparecemos ante un acto de violencia contra el Estado, ya que Juanmanuel se reapropia de los niños como sujetos sexuados y sexuales para emplearlos como pretexto en el texto erótico. Como estipuló Michel Foucault en su primer volumen de Historia de la sexualidad, despojar a los niños de su sexualidad constituye una de las prácticas del Sistema para reducir su carácter de sujeto. Nuestro autor se rebela contra dicha amputación de la subjetividad y les devuelve a los niños su representación.
De ahí que, posiblemente, se derive la constante de la escuela. En “a orillas del otoao”, de Sobre todo tus silencios, el hablante lírico comenta que prefiere no contemplar el asesinato de cuatro niños:
por no imaginar el luto de los pupitres
el timbre roto
a la hora del recreo[.]
En la novena confesión de su segundo libro, Confesiones de juan pedro gratitud, expresa:
imaginar que llegas una tarde corriendo
con tu sudado uniforme escolar
El primero de los xx poemas… expone que:
sin quitarse el uniforme
mariela abre sus piernas…[.]
Y, en el séptimo, aparece Santiago masturbándose mientras huele:
el tibio pedazo de tela
que hace apenas un rato
usaba mariela
bajo su verde uniforme a rayas[.]
Los pupitres, que remiten a filas; el timbre, regulador del tiempo, y los uniformes –evoquemos “uniformidad”, “rigidez”, “controles”- fungen como detalles que delatan esa destrucción del niño y su libertad, que generan la escuela y su práctica civilizadora. La educación pretende hacernos menos niños, regimentarnos cada vez más como ciudadanos y, por ende, en ello escapa la ideología estatal que interpreta al niño como salvaje.
Hablemos del precipicio. Juanmanuel González Ríos se arroja, se tira pa’ lo hondo con temas moralmente escabrosos. Ello me parece un gran valor de su poética porque bien es sabido que, generalmente, no se produce buena literatura desde la felicidad, ni cuando el autor se aferra a convencionalismos sociopolíticos. Cuando -de vuelta al primer poema de esta colección- Mariela se deja acariciar entre los muslos sin quitarse el uniforme:
cierra los ojos trinca la osamenta
siente que le falta el oxígeno
que se le agiganta el pulso
que todos los latidos de su cuerpo niño
se aglomeran en su sexo[.]
Aceptémoslo: ¿qué mejor manera de remitir al placer orgásmico sin nombrarlo? Entonces, entra en escena la pasión desde su raíz griega, pathos, que la vincula a la patología: la enfermedad.
A partir de acepciones psicopatológicas, el autor conecta el incesto, la pederastia, el fetichismo, el voyeurismo, entre otras peculiaridades que alcanzan las sexualidades cuando se dilatan.
Vamos a hablar/…del borde. Estamos ante xx poemas, conclusión obvia cuando se cuentan, pero con instrucciones: deben ser leídos en el tren urbano. Por tanto, existe una propuesta irreconciliada con la foto que sirve de portada. Esa imagen muestra a tres niños jugando al trencito entre las vías del antiguo tren de Puerto Rico, ahora ocultas bajo un pastizal. Esa dicotomía aclara que la escritura de González Ríos pertenece a un tiempo futuro con respecto del pasado que evoca la foto, y a un escenario urbano, ajeno a aquella ruralía.
El tren funciona como falo, sí, pene metálico que ondula y se transporta hacia estadios diversos del deseo, mas también al autodescubrimiento y el des-cubrimiento del cuerpo del otro-de la otra en un momento cuando Mariela y Santiago nacen a su sexualidad. Cada estación marca un hito de intensidad en la experiencia cuyo destino, a medida que la niñez queda atrás, dista bastante del final feliz de los cuentos de hadas. Esta conclusión queda manifiesta en la pregunta que Santiago formula en el último poema del libro:
—¿por qué abolir la niñez de nuestros juguetes
si no toda sombra es un pájaro
entre el sol y el miedo a las raíces?¨
Por último, conversemos acerca de la piel, de la canasta de palabras con que Juanmanuel González Ríos elabora su poesía. He aquí el decir de todos los días, un lenguaje mayormente sencillo y elemental (como la tierra, el agua, el aire, el fuego). Son “palabras ordinarias en boca extraordinaria”. A estos veinte poemas asiste una voz lírica adulta que baraja sus materiales de escritura para expresar con fluidez la experiencia tortuosa del cuerpo que entra a la adolescencia y empieza a “adolescer” las pasiones que anuncian el también dolor del amor que nos espera.
Quizás, el décimo poema resulta crucial. Rompe la forma libre del libro con la rigidez del soneto. Irrumpe el vocabulario marino, tal vez como recreo a las dinámicas del tren y sus accidentes “estacionarios”. Paradójicamente, se eleva el encuentro amoroso a partir del hombre anclado a la profundidad de la pareja y, finalmente, tras el “vacío[,] aplacamiento[,] desasosiego”, el poemario rescata la voz inicial y continúa con ella para desentramar el cuento de Mariela y Santiago desde una perspectiva cada vez más degradante que vaticina el lamentable final.
xx poemas para ser leídos en el tren urbano es todo piel; desfile de formas. Hay que leer e interpretar las estaciones, identificar los diálogos, captar las tipografías, detectar los espacios y fijarse en la escasa, pero estratégica presencia de los signos de puntuación.
Trabajo inteligente este de Juanmanuel González Ríos. Como expresé en la intimidad al terminar la lectura del poemario, le doy un primer lugar ante el jurado de mis ojos, y la oportunidad de comentarlo públicamente, constituye una mención de honor… para mí.
-Carlos Vázquez Cruz-
Miembro fundador del colectivo literario El Sótano 00931. Ha publicado Inimaginado (poesía-cuento-ensayo, Edición de autor, 2003), 8% de desk-cuentos (cuentos, CBH, 2006), Dos centímetros de mar (novela, Editorial Tiempo Nuevo, 2008), La mirilla y la muralla: el estado crítico (crítica, Sótano Editores, 2009) y Sencilla mente (poesía, Sótano Editores, 2010). El PEN Club de Puerto Rico premió 8% de desk-cuentos y Dos centímetros de mar entre los mejores libros publicados en 2006 y 2008, respectivamente.
En el año 2008, se le concedió la Beca del Banco Santander para la Escritura Creativa en Español, en New York University. Su proyecto de tesis, recién culminado, es un poemario titulado Ares o mis antagonismos.
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