jueves, 29 de mayo de 2008

Un breve acercamiento a “sobre todo tus silencios” de Juanmanuel González Ríos

En este texto el silencio se me hace punto de partida. Apertura. Piedra angular. Preámbulo. Tensión que precede al momento determinante de un estallido. El de la palabra que apuesta a (y que, finalmente, quiere) ser registro (auto)reflexivo de las instancias en torno de las cuales se construye este poemario, las mismas que terminan por formar el grosor temático del libro. Silencio generador (y activo) de un espacio capaz de fundar un estadio discursivo prioritariamente testimonial que dé cuenta tanto del oficio poético como de la experiencia de un sujeto que cruza de la angustia al desparpajo (y viceversa).

Desde tal perspectiva, y a raíz de su función de orientar todo el conjunto de forma integral (el del poemario), leo, entonces, el primer poema de este libro. Ante la ausencia de signos de puntuación, el texto permite una doble lectura del primer verso: "Vuélvete, palabra..." o "Vuélvete palabra...". Yo prefiero la segunda. Un mandato que, en la misma medida en que introduce el despliegue apalabrado que adviene en consecuencia hasta el significativo "punto y aparte" del último poema, se revela como un enunciado que concreta en el acto su misma manifestación. Silencio vuelto palabra.

Entre la operación mágica que delata el título del primer poema y la queja confesional en que deriva el último texto del poemario (el mismo que le da nombre) hay un movimiento que me interesa señalar, pues me parece de suma importancia para emprender una lectura de la totalidad del texto. Éste es un movimiento descendente (y a raíz de ello: estructurador). El joven poeta que toma la palabra en la primera parte del libro se presenta en los primeros textos como abducido por una cierta luz aparentemente vaticinadora que da la impresión de posicionarlo en la altura del pequeño dios huidobriano, por decirlo de algún modo. Al principio su voz es la de un mago ("abrapalabra") que, titánico (y olímpico y nietzscheano) en sus proporciones, es capaz de hallar a la altura de su ombligo la osamenta de dios ("close encounter") y burlar la muerte ("frente al espejo") para lograr –a diferencia de sus "compañeros escritores"- la autenticidad escritural "sobre la espina dorsal de los árboles" o –nerudianamente, como muy bien dice la Baralt- "en lo más genital de una hoja" ("ecologista de la extrema izquierda").

No obstante, todo ello no es más que un juego de luces de bengala, una suerte de mascarada que rápido cede el paso a una voz más precaria y, por lo mismo, realista (sobre todo para estos tiempos de desencanto) que suele mantenerse hasta el final. Acontece, entonces, otro sujeto que, aún bajo la forma del joven poeta, reduce el alto aliento lírico del poetazo del principio al tufillo etílico e informal del tipo que asume el acto creador desde un entorno más inmediato y certeramente urbano. Un tipo que toma sus cervezas al mediodía mientras pone a enjuagar sus palabras un domingo cualquiera ante la barahúnda del barrio y la burundanga cotidiana ("¿tristes trópicos?"). Un tipo que emprende la gesta amatoria y social a través de la parodia y la intertextualidad desenfadada, del cliché y la reflexión antipoética. Un tipo que, tras superar la momentánea tentación del Olimpo, deviene espectador de T.V. en los momentos de la nulidad poética ("Hay que volver a los televisores de piedra", dice Parra). A mí, en lo personal, me parece muy acertado este movimiento. Maquinaria poética rebajada para que funcione al nivel de la humilde estatura de lo humano.

La segunda parte de este libro –la más ambiciosa, a mi parecer- le debe mucho a la masmédula de Girondo. Tras el juego de palabras de estos textos y de su caja de resonancia, lúdica por de más, uno descubre, sonriente, la sombra del argentino. Estos poemas dialogan con el almamasa de la mezcla con que el poeta adhiere sus puentes. Precisamente, esta segunda parte puede leerse como un gozne que permite el junte de las otras dos.

En la tercera parte -vallejiana, por cierto- intuyo algo que me tienta –cosa que no me atrevo del todo- a postularlo como matriz del sentido general del libro en sí. Ese algo radica en el dolor que predomina en estos últimos textos. Quizás el estallido de la palabra al que me referí antes -ese romper en bruto el silencio-, tenga como fin el nombrar el dolor (al fin y al cabo "la luna se divisa desde todos los charcos") con el propósito de someterlo al alivio de las lágrimas.

En general, éste es un poemario húmedo. Me refiero a que hace constante alusión a las aguas: la lluvia, los charcos, el llanto, etc. Creo que el llorar –metonimia de los abundantes aguaceros de la primera parte- tiene una función importantísima aquí: "llorar nos hace grandes". El agua, con su constante movimiento, purifica, limpia, higieniza, cura. En esta última parte el joven poeta, mediante una suerte de desdoblamiento o de transferencia (al respecto el papel del hijo es de verdadera relevancia) reconoce su madurez (no la del oficio de la escritura –que de esa no cabe duda-, sino la del sujeto humano que ficcionaliza). Vivir es sufrimiento, pero sufrimiento no absoluto: "llórame lloremos llora. / llorando nos hacemos libres". Así, el joven poeta de este texto, en un ademán iniciático, transita por el abismo de la palabra y el dolor que ésta arrastra en su enunciación para abarcar el imaginario reconstructor de las lágrimas. Y conseguir, en consecuencia quizás, de nuevo el silencio. En ese sentido, el silencio también puede ser leído como llegada. Finalidad. Regreso.

A mí me parece que éste es un texto maduro y pensado que merece su publicación. Es la contraparte de las Confesiones de Juan Pedro Gratitud. Si en las Confesiones predomina la imposibilidad de una salida ante la desgracia del sujeto, éste brinda una posibilidad de agenciar una línea de fuga. Late bajo su superficie toda una visión de mundo. Más allá del desparpajo y de la ironía de muchos de sus textos hay una postura ética. Tener conciencia del sufrimiento es razón suficiente para emprender la tarea de su superación. Sigue resonando Vallejo hasta el final.

Federico Irizarry Natal
Chile,2006

Bajo el signo de la experimentación...


Carmen Cazurro García
escritora y catedrática
Universidad de Puerto Rico- Aguadilla
La Revista/ Nuevo Día
18 de febrero de 2007
pág. 35

Del ring a la palabra...





Mario Alegre Barrios
Cultura/ Nuevo Día
domingo 25 de junio de 2006
págs. 104- 106

John Torres, Juanmanuel González: El brillante deseo del poema





Un primer libro de poemas es siempre una pieza de asombro. Luis Buñuel, quitando la parte oscura de aquella expresión, lo llamaría objeto del deseo. Un primer libro de poemas es una caja de música, porque remite a una primera melodía. El poeta que lanza su primer libro de poemas, desde su voz al mundo, es un cazador que va en pos de la palabra exacta a la cual pueda arrebatarle, a gusto, la existencia y buscarle horizontes nuevos a través de rendir metáforas, o metametáforas, en la búsqueda de un estilo propio. Diremos entonces que el poeta es un cazador que por vez primera afina su caja de música, es decir, su primer libro de poemas. Su voz llega a los lectores para atraparlos, para cazarlos, para cautivarlos. El escuchar la voz del poeta unida a su propuesta es dejarse atrapar, porque la poesía aparte del rigor, exhala seducción, deseo de marcar otro camino muy lejano al horario cotidiano.

Observamos a Walt Whitman en su sillón póstumo, contemplativo y excelso. Las palabras ahora son maravillosas, destemplan todos los escapes hacia la soledad. Whitman en su barba tiene todavía la mariposa olvidada de Federico García Lorca, luego de su Poeta en Nueva York . Podemos observar a Samuel Taylor Coleridge definiendo su sustancia dentro de la inmensidad de la existencia. Rosario Castellanos viene del ser definido en Poesía a través del magistral poema Lamentación de Dido cuyos caminos de imágenes todavía nos revelan dimensiones de belleza y música. Pedro Salinas nunca pudo escapar del Mar Atlántico y puertorriqueño, lo sigue contemplando, irrefrenable. Julia de Burgos siempre fue su propio río, luego del arrobamiento de Río Grande de Loíza, Clara Lair sigue desbocando imágenes desde su Trópico Amargo, Marina Arzola, Ángela María Dávila, Francisco Matos Paoli, todos poetas de magnitud y brillo han sido seductores desde la primera vez. De modo que un libro de poemas lanzado al eco del mundo es el deseo del poeta a ser parte de ese eco, vestirse con ese eco, lograr ser también un eco.

Conocemos la trayectoria de la revista El Sótano 00931. Desde su primer número editado por los compañeros poetas Julio César Pol y Jorge David Capielo, pudimos presenciar un evento renovador en nuestra literatura para un nuevo siglo. Al entrevistarlos para mi columna en el semanario Claridad las espectativas de estos jóvenes poetas eran casi espejo en un cielo creador y benéfico. El Sótano se colocaba junto a Taller Literario del destacado narrador y amigo Carlos Esteban Cana en las dos expresiones más contundentes de unos escritores que, a veces no lograban presentar sus propuestas, o ser escuchados y sobre todo, ser leídos, ser seductores, provocadores del verbo.

De esta luminosa vendimia surgen dos nombres: John Torres y Juanmanuel González. Entran al mundo de la palabra con sus libros Fracturas del devenir y Sobre todo tus silencios bajo la rúbrica de la Editorial Isla Negra. Dos libros con su profundidad, su contraposición, su dialecto, su esfera hablada de imágenes y cómo no, su matemática. Hay una madurez inusitada en ambos libros. Ese es un factor resuelto para el poeta que desea el poema exacto. La intertextualidad es brillante, abrasadora, conjuga así, un robusto panorama hecho por el poeta para el embarque a los sentidos. Ambos libros desean tener una piel sensorial, arcana, o sencillamente invocar una magia que el lector toma y hace suya, por medio de la palabra iniciadora de los versos. John Torres le llama fractura, surco nuevo, derrotero, espacio infinitesimal, medido en brasas colindantes con el Canto Cósmico de Ernesto Cardenal, aunque el poeta lleva también junto a su libro una bitácora de todos los diálogos hechos frente a la diversidad de autores. Podemos encontrar a Michelle Foucault, Georges Bataille, Octavio Paz, Robert Desnos, y la siempre adorable Janis Joplin. El devenir implica para John un futuro que puede terminar con laceraciones hechas por el presente, quizá hasta halla una fractura.

El libro tiene su componente lúdico, sus encerronas, hay una inestabilidad creada por la lectura del alma y de la mente. El poeta usa su vestido herido de sensaciones, de divergencias, del cauce subvertido del espíritu en contemplaciones, del lado triste de un ideal, la ironía brinda apoyo al mensaje que se desea entregar. El dolor tiene su representante en el poema bilingüe A Life lees ordinary que usa como epígrafe una estrofa en la voz solitaria de Janis Joplin. El poeta observa, es inquilino en una casa desbordada de vacíos. Los vacíos son el área de llanto y soledad. Humo de cigarrillo y más al fondo, un neonato sigue desgarrando su voz. El poema es logrado porque nos brinda la penumbra que se necesita para leerlo, te vas haciendo compañero del poeta y casi eres como él. En el poema Romance de un pistolero la brevedad se atreve a ser un signo de máxima profundidad. ¿Acaso nos sucede lo mismo que al pistolero? Vamos y venimos en el trapecio de nuestras vidas, dice el poeta sin necesariamente estar armados con un revólver, venimos en nuestro drama humano, no podemos marcharnos y mucho menos quedarnos. Vivimos bajo la consigna de volver o no volver.

Habita en Fracturas del devenir el refrescante rapto de los conceptos científicos, tecnológicos, biológicos y se le asignan nuevas asonancias, fronteras vivas con el uso novedoso de la palabra y el texto. Ya sabemos que Kafka tiene un microbito, Descartes se descarta a sí mismo, que podemos enfermarnos de una mujer, y que el éter especula y no impone como estamos acostumbrados a escuchar. El libro tiene tres capítulos de hechos poéticos: Bitácora del sueño, De Santos y Síntomas, y desde luego, Especulaciones del éter. El poeta ha trabajado intensamente para una vez lanzado, también se intente la adquisición de una personalidad poética. El uso del caligrama es saludable y siempre despoja los contornos que nos hacen llegar a la memoria de Apollonaire.

Juanmanuel González Ríos va de paseo con Pablo Neruda. Hablan en silencio. Los espejos se congregan a escuchar al joven poeta en su nacimiento, el gran poeta Pablo aplaude. Sobre todo tus silencios es un libro escrito con ingenio, frescura, y también posee complementos lúdicos que de pronto sorprenden en insospechadas seriedades descifrando el ser y sus congruencias con la vida, con la política, con el sexo, con la ironía del abandono de amor, con la soledad del silencio y con la ventura del recuerdo. Es un libro de excelentes y vistosos mosaicos que pueden abarcar desde un día cotidiano en la visión del poeta, que cuando no tiene nada que decir, ve televisión, hasta el poema de cierre que es un himno al ser amado, a la mujer perdida en las muñecas de trapo, en los jardines eróticos y el rezo del espíritu porque el amor invoca los silencios y el poeta los transcribe.

La primera parte del libro lleva por título De cómo el joven poeta escribió su primer libro. Los poemas marcan aspectos recreados en el espejo de Juanmanuel González, es decir, nos presenta su cédula de creador. Se impone en esta primera parte las introspecciones, la fotografía íntima que lo lanza a escribir. Sésamo queda abierto en la invocación abrapalabra, runa mágica que sucede al exquisito prólogo de la Dra. Mercedes López Baralt, viajera incansable con Neruda y andante con el joven poeta. Este epigrama de apertura es el camino a recorrerse en todo el libro, la palabra hacia el tiempo, la vida y el espacio. Luego el poeta describe su ilusión sobre la muerte, su visión sobre la vida en el poema Close Encounter, o emerge en la palabra del humor negro, palabra dispuesta a resolver el problema del status con el regalo de La Epifanía: una metralleta AK 47. El Padre Nuestro abandona su homilía y entra al retablo de un cerezo en flor. Aquí el Padre Nuestro es solicitado en la barras, en las discotecas, en los niños muertos en Irak cortesía de George W. Bush, deambula por el tetaje de Ivete Cintrón, luego cae en el libre albedrío y el libertinaje y, sobre todo, que sirva la libertad para que la estadidad nunca llegue al puerto. También en este primer acto de poesía los poemas tienen mensajes de voz telefónicos, briosos, condensados en estilo y forma.

La segunda parte se titula Un Fin de semana en el abismo como si presintiéramos los elevadores de Dante con solamente dar la orden de descender. Cada poema de este capítulo es un descenso a lo amado, a lo perdido, a lo roto, a lo que está vacío. El poeta se pregunta dónde están las cosas que son trascendentales. Los poemas hablan entre sí, van diciendo el acoso de la imagen, la sed en la imagen, la fuerza y la debilidad de la imagen al buscarse. Todo es el cauce del río en rumbo sur. Es un himno claroscuro al amor y su mensaje de llanto o búsqueda. El libro cierra con Sobre todo tus silencios, en eco nerudiano, pero afirmando ya la personalidad del joven poeta. Los poemas de este capítulo son verdaderamente brillantes y demuestran dominio del oficio.

El poema que abre el capítulo A orillas del Otoao es contestatario con el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca. La sangre se identifica en cuerpo de niño, la masacre se incrusta en la voz del poeta, las escenas vuelan en tristes pero deslumbrantes imágenes, los perros sintonizan el frío, la noche, la muerte.

Las nanas de la sangre, como las nanas del poeta de Orihuela, pastor de ovejas y luchador incansable Miguel Hernández, rebozan nostalgia, soledad, ternura, y un colorido poético revelador. Aquí el poeta musita a su hijo la sustancia de su alma. Aquí el llanto y el dolor adquieren sus palabras de viaje y llegan al lector en profundas claves humanas donde se resalta la inocencia de la niñez, la que nunca debe irse y el silencio de la tristeza. El padre le canta al niño, lo abriga, le da la energía del amor vivo, en tinta azogue para que nunca desaparezca y se recuerde. Aquí también la nana se hace himno contra la injusticia, la pobreza y el hambre.

El poema final es también de soledad, y queja. Sobre todo tus silencios, como decir que aunque ya no hay nada que recordar, el silencio de la amada ya es una victoria… triste. El poeta relata el viaje de amor, la búsqueda rabiosa por cada rincón del tiempo, la esgrima de las manos al cuerpo y al pecho. La amada duele, por parajes abandonados de luz, por la búsqueda en la fiesta dormida de las muñecas de trapo, duele la historia vivida, la toma del cuerpo, la envergadura del llanto; solamente el poeta conoce sus sombras, su vigencia y sus misterios.

Finalmente, estos dos libros Fracturas del devenir y Sobre todo tus silencios marcan el fruto de un trabajo comprometido con la palabra y su múltiple estación de asalto. Porque la poesía es asalto al oído, al alma del que la escucha. Aquí tienen dos libros, dos primeros libros dispuestos a ser escuchados, a cazar lectores. Sobre todo, me siento muy honrado al escribir sobre dos libros esenciales. La poesía está de fiesta, vive, grita y extiende sus alas, no sólo en John Torres y Juanmanuel González sino en toda esta generación de poesía que compartimos. No ha sido en vano, nos queda mucho por decir.

Marioantonio Rosa
poeta y periodista puertorriqueño
Especial para En Rojo/ Claridad
22 al 28 de junio de 2006
Págs. 24-25

Comentario de contraportada por Vanessa Droz

Del mismo modo ajena a la cursilería que a los malabares de poéticas que inútilmente aspiran a inaugurar algo (lo que sea) y con títulos que anuncian narrativas que se pueden dar sólo desde la condensación poética, la poesía que Juanmanuel González nos entrega en éste, su primer inventario, individual e impreso, para presentarse al mundo, tiene como eje fundacional el cuestionamiento de todo —como debe ser—: desde el mismo ejercicio de la escritura, cuyo silencio queda inscrito en la tipografía que pretende evocarla, hasta de su propio modo de acercarse a la cotidianeidad, a los mitos políticos, a los productos de subcultura de los que a menudo se nutre. Con ingeniosos juegos de palabras y de estructuras, además, nos hace pensar y repensar hasta que la sonrisa que nos provoca, cómplice, se instala en la memoria para, sobre todo, ahora y más tarde, compartir silencios.

-Vanessa Droz-
poeta y crítica puertorriqueña

Comentario de contraportada por Alberto Martínez- Márquez

Toda poesía funciona como eje transformativo de la experiencia humana mediante el lenguaje. En la poesía de Juanmanuel González Ríos ese eje transformativo sopesa el devenir de la realidad y le confiere un signo autorreferencial a través del cual el poeta asume una ética poética. Desde allí el poeta ironiza, desmitifica y transgrede los órdenes establecidos. Sobre todo tus silencios de Juanmanuel González Ríos es un poemario singular, debido a que su lenguaje irónico y mordaz jamás raya en la autocomplacencia y el hedonismo. Más bien sirve de prisma que devela un caleidoscopio de la propia condición humana y del acto creativo. Esta poesía, en ocasiones epigramática; y, en otras, de una estirpe antipoética (en la vena de Nicanor Parra y de Salvador Villanueva), e incluso imaginista (en la vena de Pound o Wallace Stevens), nos expone a nosotr@s l@s lector@s a una reinterpretación del mundo de la vida desde el cual la palabra cosecha los abundantes frutos del silencio. Tengo que afirmar que este poemario no es un ejercicio poético, ni siquiera una “promesa” de un “buen” poeta “incipiente,” sino más bien se trata de un texto poético maduro, bien pensado, estructurado y disciplinadamente elaborado. Es, sin más, una ópera prima que seduce mediante el ludismo, el lenguaje irónico, la concisión y brevedad de los versos y su atinado uso de tropos e imágenes poéticas bien calibradas. Su diálogo con importantísimos exponentes de la poesía del siglo XX latinoamericana como Pablo Neruda, Nicanor Parra, Mario Benedetti y Roque Dalton, y puertorriqueña como Anjelamaría Dávila y Salvador Villanueva, revela a un poeta, que como lector exigente e incisivo, extiende sus vínculos comunicativos intertextuales con toda una tradición de poesía modernista y vanguardista. Celebro Sobre todo tus silencios de Juanmanuel González como ópera prima y como ópera aperta de un novísimo poeta que es menester leer en un mundo que precisa ser tocado y transformado por la magia que sólo ofrece la poesía.

Alberto Martínez-Márquez
Departamento de Humanidades
Universidad de Puerto Rico-Aguadilla


Invitación al libro por Mercedes López-Baralt

Enhorabuena, poeta. Le doy – y seremos muchos – la bienvenida a esta poesía que nace auténtica y culta, espontánea y trabajada, callejera e intertextual. Hace tiempo tengo el gozo de conocerla, tanto en la voz de su autor, como en la lectura silenciosa y privada de los manuscritos de algunos de estos versos. Con la revista El sótano 00931, que se estrenara en marzo del 2000 en el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, con un número homenaje al poeta Edwin Reyes, Juanmanuel González Ríos dio a conocer sus primeros poemas. Su primera ventana a la luz no podía ser más idónea. Con una hermosa portada que muestra la entrada de nuestro ominoso – por ser reino indisputado del hongo – pero tan querido sótano de Pedreira, y con un título que rinde homenaje a nuestra sempiterna brega (sobrevivir en el mundo de lo posible, como nos lo recuerda Arcadio Díaz Quiñones), Sótano incluía en su primer número una sección de poesía, otra de cuentos y una última de ensayos, todos de la autoría de miembros del colectivo del mismo nombre, entre los que se cuenta nuestro poeta. La contraportada exhibía una fotografía deliberadamente provocadora, con unos pies descalzos que culminaban en enmahonadas piernas, subiendo los peldaños de la escalera del sótano. Provocadora porque los pies pisan papeles y libros abiertos: en el fondo metáfora desacralizadora de la literatura como un arduo camino cuesta arriba, emprendido siempre desde la lectura.

Me gusta evocar estos visuales del primer Sótano porque mucho tienen que ver con la poesía de Juanmanuel González Ríos, iniciada, como la de tantos de nuestros mejores poetas contemporáneos – Edwin Reyes, Angelamaría Dávila, Olga Nolla, Vanessa Droz, Hjalmar Flax y José Luis Vega – en la patria chica de nuestra Universidad, o en sus entornos inmediatos (léase, por ejemplo, el bar La Torre de Río Piedras). Los papeles que sirven de adoquines simbólicos de la vieja escalera del sótano de Pedreira aluden a las lecturas de los jóvenes, que se pelean entre sí en sus versos, en una polémica oculta en la que sólo triunfa la originalidad de una voz nueva.

Es el caso de Juanmanuel, quien convoca, desde el título de su primer poemario, a Pablo Neruda. Cuyo amor por la mapuche Albertina Azócar, que atravesó varios libros, siempre estuvo prendido al silencio que cantara inmejorablemente en el poema 15 de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pero Sobre todo tus silencios es un título engañador, pues el libro abre sus alas en dos, y la primera parte del poemario no puede distar más de la tónica nerudiana, por lo menos en lo que concierne a los poemas cortos que establecen la pauta de esta entrada al poemario. Entrada titulada “de cómo el joven poeta escribió su primer libro”, y que identifica, desde sus tres epígrafes, algunas de las fuentes que nutren la parodia autorreferencial del poeta primerizo: Nicanor Parra, Salvador Villanueva y Roque Dalton. Claro está, no están todos los que son ni son todos los que están. El diálogo intertextual de Juanmanuel es muy rico, y convoca otras voces. Una importante, que no se menciona, es la de Manuel Scorza, el poeta que, como Arguedas, se metiera a novelista del indigenismo andino, sin abandonar jamás la poesía. Algunos títulos de los poemas cortos de la primera parte del poemario nos remiten al humor de los títulos de los capítulos de las llamadas Cantatas de Scorza, las cinco novelas sobre la represión de las innumerables rebeliones indígenas del Perú en el siglo veinte. Humor cervantino allá donde lo haya, que pone sordina al dolor de vivir.

Uno de los poemas más logrados de esta sección es una suerte de haikú de humor negro, reescritura irónica de un hermoso poema breve de Iván Silén, que figurara como graffiti en las paredes de la facultad de Humanidades a inicios de los setenta. Titulado “Los guerrilleros”, en él Silén narraba lacónicamente su fantasía de justicia revolucionaria: “Caminan por las calles / entre la luz y el sueño/ preparan la tristeza / y sienten la sorpresa de los padres / cuando la bomba estalla a ocho columnas en el diario de la mañana. / ¡Los niños se alegran de los muertos!”. Juanmanuel, por su parte, sueña: “si tuviera entre mis manos / una impecable ak 47 / luciría una implacable sonrisa /del tamaño de un niño / el día de reyes / pra pra pra pra pra”. El título abona al humor irreverente: “de cómo el joven poeta solucionaría el problema de status”.

Las fuentes convocadas implícita o explícitamente por el poeta nos deparan sorpresas. Así, el Neruda aparentemente desplazado por las retóricas de la antipoesía y de la poesía conversacional reaparece con un guiño en el poema “ecologista de la extrema izquierda”, con la alusión a “lo más genital / de una hoja”, que apunta inmediatamente al primer canto de “Alturas de Machu Picchu”. Y Darío ve desmontada la solemnidad de su dramático poema “A Roosevelt”, cuando Juanmanuel le arrebata su solitario “¡No!” (sin duda el mejor verso del largo apóstrofe a Teodoro, el presidente imperialista) para insertarlo en un breve poema como antídoto a las tentaciones de la carne. El humor irreverente de esta parte del poemario resulta también espléndido en “de cómo el joven poeta reclama por daños y perjuicios”, poema que concibe el coito como un choque automovilístico de los que el lenguaje leguleyo nombra como head-on collision. Y culmina con el colmo de la autoparodia en un poema de dos líneas: “cuando no tengo nada que decir / suelo ver televisión”. Haikú del mismo espíritu burlón de aquél simpatiquísimo de Hjalmar Flax: “Yo tomaba café. / Hoy tomo té, manzanilla. / Ya usted ve”.

Pero hay otras fuentes. La dedicatoria alude a Miguel Hernández, a Palés y a su colega co-fundador de Sótano, Julio César Pol. Los epígrafes de la segunda parte, titulada “un fin de semana en el abismo”, nombran a Julio Verne, a Baudelaire, a Angelamaría Dávila, a José Mármol. La tercera parte, “sobre todo tus silencios”, nombra desde sus epígrafes a Eliot, a Lorca, a Mario Benedetti y otra vez a Edwin Reyes. Esta diversidad de voces convocadas al banquete intertextual – que incluye también a importantes figuras de la música popular contemporánea, como Mecano, Joaquín Sabina, Armando Manzanero y Joan Manuel Serrat (vale recordar que el poeta también es cantor) – es índice indudable de la amplitud del registro poético de Juanmanuel González Ríos. Y que en el poemario que comentamos se evidencia en la breve presencia de tres libros diferentes, que en él coexisten en estado embrionario. De ahí que su libro inaugural yuxtaponga retóricas que en nuestra historia literaria reciente fueron antagónicas, como la de la antipoesía y la nerudiana de las Residencias en la tierra. También entrevera actitudes vitales contradictorias, que muestran que el corazón humano, como el mundo que dijera Ciro Alegría, es ancho y ajeno. Hay una polifonía de voces en sus versos: la frivolidad erótica se opone a la pasión más tierna, el escepticismo al compromiso político, el amor filial al abismo de la violencia. Se trata, a fin de cuentas, de varios poetas: un cínico buscavidas del amor; muchas veces, un poeta sentimental y patriota en la inhóspita posmodernidad electrónica; otras, un joven cuya niñez le pisa los talones.

La tensión que marca a este pequeño libro múltiple palpita vibrante en uno de sus poemas más hermosos, el último, de título homólogo al del poemario. Hay un elocuente desencaje entre la retórica infantil y el tema del erotismo. Digo elocuente, porque esta tensión no hace sino apuntar al desamparo, a la orfandad humana ante el misterio. Misterio de Eros; también misterio de Thanatos. Esta vez en el potente poema anterior, “a orillas del otoao”, en el que, ante el terror, el poeta se enrolla como un ovillo, otra vez en la infancia.

Misterio: otro nombre para el silencio que funda la poesía y que bautiza el primer libro de este joven y rotundo poeta.

-Mercedes López-Baralt-
Departamento de Estudios Hispánicos
Universidad de Puerto Rico- Río Piedras